En Cristo Redentor vivimos la alegría del camino emprendido por Pedro Nolasco liberando cautivos, “carisma que encuentra hoy una actuación concreta en un mundo lleno de cautiverios que degradan y oprimen la dignidad humana y ponen en peligro la vida de fe de los cristianos”. Desde un mundo conflictuado por la pandemia del coronavirus que enfrenta con angustia y temor el futuro, la figura de nuestro fundador nos llama a situarnos desde la fe y la esperanza en el amor y la misericordia de Dios, tal como él lo hizo en los tiempos de esclavitud, pérdida de la fe y de deshumanización (cf. Salmo 91)
Como Comunidad Mercedaria, vemos que un joven Nolasco en el ejercicio de su actividad de comerciante descubre el cautiverio de los cristianos en tierras musulmanas. Desde entonces, dedicará su vida y utilizará sus bienes para devolverles la libertad; en lo cual se manifiesta ya su próxima misión carismática dentro de la Iglesia y de la sociedad.
Después de más de 800 años de tarea liberadora, Pedro Nolasco y su obra de Redención, siguen entregando al mundo de hoy, instancias para ayudar a todos aquellos que se sientan desamparados, instancias que van de la mano de la Evangelización con la presencia de frailes Mercedarios en el mundo, por ejemplo la Educación con escuelas y colegios donde se imparte una impronta liberadora, la vida y caminar en las parroquias y capillas; en la Cárcel donde se lleva esperanza y compañía a los privados de libertad, en los Hogares de menores donde los niños reciben el amor, cariño y carisma de nuestro padre Fundador.
La espiritualidad y el carisma de Pedro Nolasco, como un fiel imitador de Cristo Redentor, nos invita a seguir su senda, para ser en el mundo de hoy una comunidad educativa que vive desde su más profunda idea el carisma de ser “Libres para Liberar”.
San Pedro Nolasco, padre y fundador de la Familia Mercedaria, tú viste el rostro del Señor en los cautivos, oprimidos y perseguidos, tú sentiste, en tu propio corazón el peligro grande de todos ellos al perder la fe.
Concédenos descubrir, amar y servir a los cautivos de hoy y ayúdanos a vivir el espíritu de Jesucristo.
Redentor del hombre, para que mediante la entrega de nuestra vida liberemos a nuestros hermanos de cuanto los oprime y los conduzcamos a la libertad de los hijos de Dios.
Amén.